Capra pyrenaica Schinz

ARAGONÉS                       Bucardo
CASTELLANO                   Cabra montés
CATALÁN DE ARAGÓN   Cabra salvatge

La cabra montés ibérica es más grande que la doméstica. Pesan los machos sobre 50 kg. y las hembras, algo más de 30 kg. La altura a la cruz, al lomo, es de unos 80 cm., algo más en los machos y algo menos en las hembras. Ambos tienen cuernos, que les duran toda la vida, siendo los del macho mucho más grandes, ya que pueden llegar a casi un metro de longitud. Su color general es pardo, con áreas blancas en el vientre y las patas. A los machos les van creciendo zonas negras cada vez más amplias con la edad. De la especie Capra pyrenaica se han definido cuatro subespecies: 

  • Pyrenaica. Propia del Pirineo, se extinguió en el año 2000. Se suele denominar bucardo, que es el nombre genérico del aragonés para las cabras monteses.
  • Victoriae. Es propia de la sierra de Gredos y de las Batuecas, en Castilla.
  • Hispanica. Se extiende desde Andalucía hasta Aragón y Cataluña.
  • Lusitanica. Es propia de la Serra do Gerês, en Portugal. Se extinguió en el año 1890.

Las cabras salvatges viven en todo tipo de hábitats, aunque se asocian a menudo a relieves rocosos con fuertes pendientes. Son animales herbívoros.

En Aragón, en la actualidad, están presentes dos de las subespecies de bucardo, la hispanica y la victoriae. La primera se ha mantenido desde siempre en la provincia de Teruel. Desde allí se ha ido extendiendo hacia el norte y el oeste de manera natural, sobre todo, desde comienzos del s. XXI. En 2020 ocupa buena parte de esa provincia, llega a la depresión del Ebro junto a Zaragoza y ha cruzado el río hacia el norte. No es un hecho nuevo, ya Ignacio de Asso, en 1784, informó de que una cabra montés, parda con una línea negra en el dorso, fue encontrada en Zaragoza y trasladada al Museo Real de Madrid. 

De aquella época hay noticias de bucardos en la sierra de Guara, sin que se sepa si pertenecían a la subespecie hispanica o a la pyrenaica. Ignacio de Asso, por su parte, solo nombra las cabras que hay en la Val de Chistau, donde las llamaban ircos («ubi Hirco appellatur»). En aquel tiempo todavía eran comunes en buena parte del Pirineo.  

De esta misma subespecie turolense, pero traídas desde Cazorla, hay una población situada entre el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara y las sierras de Sobrarbe. Fueron introducidas en un coto de caza y desde allí se han ido extendiendo desde finales del s. XX. La subespecie victoriae está en el alto Pirineo. El gobierno francés ha desarrollado un programa de introducción de bouquetins ibériques, bucardos ibéricos, entre los años 2014 y 2020. Más de 200 ejemplares soltados desde el Pirineo bearnés al de Ariége, muchos de ellos en la frontera con Aragón.Estos ejemplares de cabras salvatges de la subespecie victoriae, provenientes de Gredos, han pasado a la vertiente sur de la cordillera, donde se han podido juntar con las introducidas en la sierra de Guara.

La subespecie pirenaica,  extinta desde el año 2000, ha sido objeto de un proyecto de reproducción a partir de los restos que se conservan. Se consiguió resucitar un bucardo que apenas vivió unas horas. Hay una película sobre el tema, de la que hay información en este enlace. En la actualidad, la idea está parada.

Una historia similar a la del bucardo pirenaico, pero con final feliz fue la del íbice, cabra montés de los Alpes (bucardo d’as Alpes). A punto de extinguirse en el siglo XIX, un informe presentado en la Academia Real de Ciencias de Turín (Italia) llevó al rey Carlos Félix de Cerdeña y Saboya a prohibir su caza en el macizo del Gran Paradiso (valle de Aosta, Alpes italianos) el 12 de septiembre de 1821. El rey Victor Manuel II reafirmó las medidas tendentes a su protección en 1856, en este caso, para cazarlos él; organizó un cuerpo de guardas forestales con este fin. Sus sucesores siguieron y aumentaron las medidas de protección de lo stambecco, el bucardo alpino. En 1922 la Reserva Real de Caza del Gran Paradiso se convirtió en Parque Nacional. A los animales italianos sumaron sus genes una pequeña población que había sobrevivido en el lado francés, en el Parque Nacional de La Vanoise, y desde allí se fue extendiendo por sus antiguos dominios alpinos. Además, ha sido reintroducido en países como Austria (1924), Alemania (1936), Bulgaria (1980) y Eslovenia. Sobre este tema, puede verse este vídeo.

En España, con la misma idea de salvar los bucardos pirenaicos, se creó en 1918 el Parque Nacional de Ordesa, aunque, como se ha dicho, con distinta suerte, pues la subespecie se extinguió en el año 2000.

Bucardo es el nombre más común que la lengua aragonesa da a la cabra montés. Deriva del galo (una lengua celta) bucco, origen del nombre común para esta especie en muchas lenguas europeas: en francés, bouc y bouquetin; en italiano stambecco‘buco de las peñas’, desde el alemán; en alemán bock, steinbock; en gascón, boucardoû, etc. Buco y boque en aragonés designan el macho cabrío, mientras que bucardo es un aumentativo de buco.  Irco (y erco) es otro de los nombres de la lengua aragonesa para esta especie. Se documenta ya en la Edad Media. En catalán de la Ribagorza, hay escritos del siglo XVIII que la nombra como herc. También en gascón, la variedad del occitano que se habla al otro lado de la frontera francesa, se dice erc. Proceden de una palabra latina con el mismo significado, hircus. A la hembra se la denomina en aragonés parda, a las crías, crapitos y crabitos, a los jóvenes, segallos.

Bucardos y sarrios pirenaicos en un libro del siglo XIV. En 1388 Gastón de Phoebus, vizconde Béarn y conde Foix, nacido en Orthez (Béarn, Francia) escribió un famoso libro de caza, en el que habla de bucardos, boucs sauvaiges, y sarrios, boucs ysarus, y está ilustrado con bellas miniaturas. Dice el noble bearnés que «en mis montañas […] hay muchas de estas bestias. Y, en un vistazo, he visto en invierno que se encontraban más de quinientos. Y, tanto por la carne como por la piel, cada paisano es buen cazador de estos animales, pues no hace falta una gran maestría para matarlos».

Pitou era un macho de cabra montés capturado en la Sierra de Guadarrama y soltado por el gobierno francés en el Parque Nacional de los Pirineos, al otro lado del Pirineo aragonés, en octubre de 2014. Formaba parte de las primeras cabras salvatges que habrían de poblar estas montañas del sur de Francia. Al poco de ser liberado, emprendió un viaje en solitario por las montañas aragonesas que le valió el título de le randonneur solitaire ‘el excursionista solitario’. Llevaba dos tipos de transmisores, uno que daba señales a través de satélites y otro que se podía captar por medio de buscadores de radiofrecuencia. 

A comienzos del mes de febrero del 2015, la señal satélite marcaba día tras día un punto concreto, por lo que las autoridades francesas supusieron que habría muerto. Contactaron con el Gobierno de Aragón y agentes para la Protección de la Naturaleza fueron en su busca por el valle de Acumuer. Después de pasar la antena varias horas, por fin, pudieron localizar a Pitou en una zona solana de peñas, bojes y nieve. Estaba vivo, pero las intensas nevadas y el frío de esos días lo habían mantenido prácticamente quieto para evitar gastos inútiles de energía.

Al siguiente invierno, la historia se repitió. De nuevo, los agentes para la Protección de la Naturaleza del Gobierno de Aragón fueron en su busca. La señal de satélite indicaba los contrafuertes de Collarada, en el valle de Canfranc. Esta vez lo encontraron muerto. Se había despeñado en esas altas y agrestes montañas. Más info en este enlace.

Por suerte, los censos de bucardos en Aragón traen, en ocasiones, sorpresas más agradables, como la localización de un ejemplar albino fotografiado por los agentes para la Protección de la Naturaleza en tierras altoaragonesas. El albinismo es un hecho infrecuente, muy raro en el caso de las cabras monteses.

El género Capra comprende, además de los bucardos ibéricos y alpinos, otras seis especies propias del Cáucaso (Capra caucasica), Himalaya (C. falconeri), Nubia (C. nubiana), Altai y Pamir (C. sibirica), Etiopía (C. walie), además de la Capra aegagrus, presente desde Afganistán a Turquía y que se considera el origen de las cabras domésticas (Capra hircus). La cabra doméstica (crapa o craba en aragonés) surgió a comienzos del Neolítico (hace unos 12.000 años) en Irán y, de manera independiente, en Turquía. Desde allí, con la expansión de la cultura neolítica, llegó a toda Eurasia, donde se desarrollaron distintas razas. En Aragón, en concreto, hay dos razas de cabra protegidas: la cabra pirenaica o crapa pirinenca y la cabra moncaína. Están relacionadas genéticamente, pues la moncaína descendería de la pirinenca y esta de razas centroeuropeas, como la francesa de Poitou, la Turingia alemana, la rayada de los Grisones y la Toggenbourg, ambas suizas. Puedes consultar más información sobre la cabra pirenaica en estos enlaces: http://www.cabrapirenaica.es/index.php/raza-cabra-pirenaica y https://digital.csic.es/bitstream/10261/112585/5/cappyr_v7.pdf