Fagus sylvatica
ARAGONÉS Fau, fabo
CASTELLANO Haya
CATALÁN DE ARAGÓN Faig
Árbol de hasta 35 m. de altura, con tronco robusto de corteza grisácea, lisa aun en los árboles añosos. Las hojas son caducas, ovaladas o elípticas, con nervios laterales paralelos y color verde claro al nacer, más oscuro conforme maduran. Tiene el borde ondulado, ciliado, con pelos que se ven a trasluz, muy abundantes cuando jóvenes. Miden hasta 10 cm. y suelen estar horizontales, para captar mejor la luz solar. Las yemas son cilíndricas, estrechas y acabadas en punta, de color pardo claro. El fruto se encuentra dentro de una cúpula cubierta de puntas no punzantes y se abre en cuatro gajos duros. Son unas pipas de tres caras, pardo oscuras, que se agrupan de 1 a 3 en cada cúpula y se llaman en aragonés fabeta y faya, siendo un nombre colectivo: ista añada bi ha muita fabeta ‘este año hay muchos hayucos’. Al bosque se le denomina en aragonés fabosa, una selba de faus ye una fabosa ‘un bosque de hayas es un hayedo’. En catalán es una fageda o fajosa.
Crece formando bosques, en laderas con nieblas o humedad ambiental, frescas. Frecuentemente asociada al abeto y al pino royo. Crece hasta los 1800 m. de altitud, en ocasiones, aislado en lugares más o menos frescos, o incluso en cantiles rocosos. En Aragón es común en el Pirineo y en el Moncayo. También en els Ports de Beseit, en los límites del Matarranya. La especie es propia del centro y oeste de Europa.
Los faus están entre los árboles más apreciados de Aragón, a pesar de que la administración forestal durante la segunda mitad del s. XX, en ocasiones, ordenaba erradicarlos para favorecer a los pinos. Los bosques –fabosas– sufrieron un buen retroceso en estas épocas, en las que se cortaron indiscriminadamente para leña y carbón, como pasó en Árguis, aunque, a veces, se podaban, como en Aso de Sobremonte, donde hoy en día se pueden observar magníficas hayas esculpidas por el hacha durante siglos. En 1798 Ignacio de Asso, sobre los bosques del Moncayo, dice:
La herrería de Añón es mui antigua. La Villa acostumbraba hipotecar este fundo en todos los censos, y empeños, que contrahia; y ahora corre à cargo de los Censalistas, que como nada interesados en la conservación de los montes, destruirán en breve, si se les dexa, todos los adyacentes à Moncayo, que ván unidos à la herreria.
Los bosques de haya son diversos, desde los húmedos con helechos a los submediterráneos, más secos y con boj. Mezclado con el abeto crea unos bosques impresionantes, aunque donde más sorprende ver a estos árboles es en las crestas rocosas de las sierras exteriores, en ocasiones, rodeadas de arizones, creciendo retorcidas por la fuerza del aire, la sequedad y los rayos. Cuando comienzan a ocupar un terreno en el que hay pinos, a menudo crecen junto a la conífera y le van ganando altura a su sombra hasta que, ya crecidos, el follaje del faig acaba con la luz que llegaba al pino y lo mata. En la fabosa, las hojas de los árboles absorben la mayor parte de la luz solar, por lo que las pocas plantas que pueden crecer bajo las hayas deben aprovechar los días anteriores a la salida de las hojas para crecer.
Los hayucos o fabeta tienen un 43% de aceite. Son muy buscados por los animales del bosque, que pueden hacerse con una buena capa de grasa que les permita pasar el invierno más cómodamente. En el norte de Europa se usaba como aceite culinario. La madera se ha empleado en la fabricación de muebles, aperos y entarimados.
Los nombres comunes del haya tienen relación con el latín fagus, pero no por la misma vía. Fau y fabo derivan del clásico fagus directamente; faig y el también aragonés fayo vienen del neutro (lignum) fageum ‘leño de haya’; y el castellano haya designa en origen a la ‘madera de haya’, (materia) fagĕa.
De fagus también proviene el nombre de las fuinas o fuyinas (garduña, en castellano; fagina en catalán; Martes foina, Martes martes), por la presencia de estos animales en las fabosas. Y el fuet, embutido en forma de látigo (en francés, fouet), pues con ramas de faig se elaboraban los látigos. Aún podemos ir más allá: fagus, que viene del griego phagos, mucho más tarde dio en inglés bēce y de allí pasó a beech ‘fabo, haya’. Por el uso de la corteza del haya para escribir (el liber latino), una derivación de beech fue book (libro, en inglés); en francés, bouquin; en alemán, buch.